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ARTISTA Y EMBAJADORA
NOITES DE FADO. Solista: Raquel Tavares (fadista); J.M.Nieto (guitarra portuguesa). Diego Clemente ( viola) Daniel Pinto (guitara bajo). Auditorio Gran Via.Bilbao 20-IV-16.
Se notó de inmediato su cuna de procedencia en el corazón de la Alfama lisboeta. En este quinto ciclo de los fados que llenan la sala de la BBK nos visitó una fadista en toda la extensión de la palabra. Es decir, una cantante que domina ese arte de cantar los poemas portugueses a ritmo de fado corrido o tradicional con el hondo sentimiento requerido. Raquel Tavares es sin duda una inmejorable embajadora portuguesa gracias a la belleza de su interpretación acompañada de una voz corpórea, un cantar muy afinado y de gran musicalidad. Fueron dos horas de atracción porque esta citada fadista es inteligente al saber cómo contactar con el público y rebosar simpatía. Además, como todo o toda gran fadista, se ha de preocupar de estar en compañía de notables acompañantes musicales, Raquel Tavares se presentó con tres jóvenes como ella. Sonó el punteo claro y limpio de Jose Manuel Nieto a la guitarra portuguesa y con Diego Clemente y Daniel Pinto la guitarra clásica y el bajo respectivamente. Sigue el éxito de esta sala bilbaína en cuya programación figuran cinco tardes de fado y para los que cada vez resukta más complicado lograr una localidad.
la fadista Misia inició el tercer ciclo de fados portugueses en Bibao
Por tercer año consecutivo la sala BBK propone un nuevo ciclo de fados con los más renombrados intérpretes del género. Abrió la temporada Misia, como ella misma se declara agnóstica y si se nos permite una artista un tanto mística. Vestida totalmente de negro gótico, semi envuelta en un collar plagado de crucifijos y descalza, no solo demostró que sabe cantar fados con alma, sino que su palabra es fácil e interesante. Repasó con gran sentimiento el fado menor y con elegancia el fado corrido. Quejidos y sollozos se incluyeron en las letras de poetas como Lobo Antunes, Saramago o Pesoa y una música llena de nostalgia se vio sorprendentemente acompañada de un violín que proporcionaba el aire de un adagio de Vivaldi. Misia se volvió poetisa y leyó poemas que cargaron aún más el ambiente sensible y místico que reda al fado portugués. Cantó en tesitura alta, con voz limpia, siempre afinada y con amplio fiato para describir la esencia de una letra grave y casi siempre triste. Misia nos enseñó que el fado se canta con diferentes ritmos y la misma letra o diferentes letras con la misma música. Ella aportó la novedad del violin y del acordón para relevar de vez en cuando el difícil repique de la guitara portuguesa.