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UNA GRAN DAMA DEL CANTO

Recital de Canto. Solista: Olga Peretyatko (S); Semion Skigin (Piano). Obras de Robert y Clara Schumann, Brahms y Paulina Viardot.  Filarmónica. Bilbao 8-V-24.   

 La soprano rusa Olga Peretyatko tenía previsto centrar su programa en dos insignes compositoras, la alemana Clara Schumann, la esposa de Robert y la española Paulina Viardot. A medida que nos relataba epistolarmente las vivencias de cada una de ellas, iba también abandonando el listado de los lieder del programa introduciendo algunas arias que por el arte y la calidad que exhibió, valieron todo el concierto. La voz de Peretyatko se mostró homogénea, con un color igual en sus registros, emitida con fluidez gracias a su excelente técnica y así el recital se convirtió en una exhibición. Con un dominio absoluto de la escena y con el público en sepulcral silencio, escuchamos una pieza que solamente una gran artista podría interpretar en la dimensión que ella lo hizo. Se trataba de la llamada “Solovei” en la que esta dama del canto explayó en lengua vernácula la coloratura, la potencia y la belleza de una voz lirico-ligera. Al tratar las composiciones de Viardot en la segunda parte del concierto, hizo un alto para exhibir en esta ocasión la agilidad necesaria para cantar a Rossini. Y así como la española interpretó en su día la Norma de Bellini, esta rusa siguiendo sus pasos, acometió en el recital el aria “Casta Diva” con los brazos abiertos, de factura muy refinada, elegante línea de canto y un amplísimo fiato que sirvió para que el público mostrara su total entrega. La voz le fluyó fácil a esta diva y esa facilidad influyó sobremanera en el fraseo de los lieder del matrimonio Schumann, en el canto a media voz y en logar una expresividad tan requerida en este género. Nos visitó una gran dama del canto que todavía no ha actuado en las óperas bilbaínas, entretanto, al menos, nos va dejando muestras de su arte.


BILBAINISMO MUSICAL

Concierto Lírico. Solistas: Masa Coral del Ensanche. Patricia Sésar (S); Los Chimberos.; Koldo Villar (Bar): Alberto Núñez (T): Banda Municipal de Bilbao. Dirección Musical: José R, Pascual Villaplana. Teatro Arriaga 5-V-24.   

 El concierto organizado por la Coral del Ensanche rezumó por todos los poros un auténtico bilbainismo musical. Con un gran lleno en el Arriaga, disfrutamos de piezas de zarzuela a través de la misma coral, interpretadas con absoluta compenetración y brillantez. La calidad actual de la coral, de la mano de Begoña Hernández, resultó muy evidente y el predomino femenino en su color, supuso un baluarte seguro. Los sones de la Banda Municipal alternaron con evocadoras piezas populares bilbaínas a cargo de los Chimberos, quienes a tres voces llamaron al sentimiento de los asistentes cuando cantaron “A mi Vizcaya”. Nos gustó también la solemnidad con la que cantaron “Txoria Txori” de Mikel Laboa y la elegancia con la que nos ofrecieron “Oi Ama Euskal herri” de Benito Lertxundi, acompañados de la coral a media voz. Nos gustó la versión ofrecida por las voces femeninas de la Masa del Ensanche al cantar el coro de las lagarteranas de manera unísona y con nítida distinción entre las voces de soprano y mezzo. Mención especial merece la soprano Patricia Sésar quien abordó romances de zarzuela con perfecta afinación y seguridad en los agudos. Sería aclamado el tenor Alberto Núñez al terminar la jota del Trust de los Tenorios y así mismo el barítono Koldo Villar, quien, además de cantar con gusto una romanza escrita para un bajo como es la habanera de la zarzuela Marina “Dichoso aquel”, fue también el arreglista de algunas de las piezas cantadas. El maestro Pascual Villaplana dirigió con eficacia y a la vez mimo a una excelente Banda Municipal sostén musical de una conmemoración exitosa.


UN RECITAL INTERLOCUTADO

Recital de Canto. Solistas: Juan Jesús Rodríguez (Bar); Graciela Moncloa (S); Manuel Burgueras (Piano); Maite Marín (Narración). Palacio Euskalduna 20-IV.24

El programa presentado el sábado en el Euskalduna no solo consistió en canto, sino que medió una insistente interlocución. No es que la intervención de Maite Marín no gustara, todo lo contrario, porque se mostró simpática y natural, sino que a muchos de los asistentes nos pareció inadecuado y simple tanta interrupción de lo que esencial, es decir, el canto. Los solistas, el barítono Juan Jesús Rodríguez y la soprano Graciela Moncloa, se tuvieron que atener a las conversaciones propuestas por la narradora Maitre Marín, en un intento de cumplir con un guion oral que tuvo hasta tintes moralistas y paternalistas. Fue en el ámbito canoro donde ambos reflejaron su arte. El barítono onubense, por ejemplo, ofreció de salida una hermosa versión del “prólogo” de I Pagliacci, interpretado con una voz potente y amplia. Con las interrupciones citadas, apareció a continuación en escena Graciela Moncloa para ofrecernos una sola estrofa del aria “O Mio Babbino Caro” pucciniana sin la idoneidad que mostraría luego en “Sola Perduta e Abbandonata” de Manon Lescaut que la cantó con su corpórea voz y con el dramatismo requerido. El maestro Manuel Burgueras al piano, vino a advertirnos con la ejecución de una pieza de Turina, que nos adentrábamos en la segunda parte dedicada a la zarzuela. En este género brillaron los dos por igual y se mostraron cómodos y muy compenetrados al interpretar conocidos dúos de La Revoltosa o La del Manojo de Rosas. Un recital que incluyó también la intervención del público.


EN BUSCA DE UNA MUJER

“Die Ersten Menschen” de Rudi Stephan. Reparto: Annette Dasch (S); Daniel Schmutzhard (Bar): Simon Neal (Bar); John Daszak (T); Euskadiko Orquesta. Durección Escénica: Calixto Bieito. Asistente Dirección: Roberto Baltar. Dirección Musical: Robert Treviño. Teatro Arriaga 18-IV-24.                                           

Proveniente de Ámsterdam, Calixto Bieito nos presentó en el teatro Arriaga a los cuatro primeros personajes humanos, según la narración bíblica de la creación del Génesis, aunque con un libreto de Otto Borngraber muy lejos del texto bíblico. En el formato presentado, la primera originalidad presenciada fue que el director Robert Treviño no dirigió las voces y se atuvo únicamente a la dirección musical de la orquesta de Euskadi, situada en la parte posterior del escenario y separada con una traslúcida cortina. La segunda propuesta y fundamental, consistió en la presencia delante de los solistas de Roberto Baltar, encargado de dirigir las voces solistas. Sin embargo, el mérito de la representación no se hallaba en la interpretación vocal, sino en el surrealismo teatral. Los distintos puntos de vista sobre la vida de Cain, lleno de deseos sexuales y de Abel que vive según sus creencias religiosas, se mostraron de manera explícita e histriónica en escena. Vocalmente al tenor John Daszak se le vio apurado en solventar la alta tesitura de su parte. Al barítono Daniel Schmutzhard que encarnó a Caín le aplaudimos mucho más como actor que como cantante de meritoria voz. Al matar a su hermano Abel por celos, tanto Adán como Eva comprenden lo que le espera a la humanidad. La soprano Annette Dasch se distinguió por su desinhibida y excelente actuación de gran actriz, mientras que Simon Neal que interpretó a Adán, sobresalió entre sus compañeros por su recia y poderosa voz. La dirección escénica de Calixto Bieito reflejó su teatro, ese que combina la crudeza existencial con el arte. El maestro Robert Treviño dirigió esta obra escénica musicalmente basada en fuentes expresionistas y post wagnerianas con una lectura clara y en absoluta simbiosis con la dirección vocal de Roberto Baltar.


FESTIVAL MUSIKA-MÚSICA

Musika-Música.Obras de Guridi y Musorgski. Sociedad Coral y Orquesta Sinfónica de Bilbao, Dirección musical: Lucas Macias.Teatro Arriaga 1-III-24. 

                                        CUADROS MUSICALES                                           

El título del concierto inaugural de Musika-Música, se reflejó de un modo alegórico en los marcos colgados en la pared negra dispuesta al fondo del escenario del Arriaga. El programa anunciado iba a consistir en una noche de cuadros musicales, tanto vascos como rusos. Los que atañían a Guridi se iniciaron con el susurrante canto de la Sociedad Coral abordando el “Boga Boga” en pianísimo y con resultado muy efectista que se repetiría como motivo central del “Eusko Irudiak”. De inspiración abiertamente popular e impregnada del folklore, las conocidas piezas vascas de las que consta, desarrolladas por la Coral bilbaína y la Sinfónica, mostraron su hermosa armonía y su brillante orquestación. Apretujada al fondo del escenario, la situación de la Coral no fue la mejor y la más cómoda, al tener los más de ochenta músicos delante. De ahí que las voces de la agrupación nos llegaban algo atenuadas y sin demasiado vigor viéndose obligadas a superar a la ingente orquesta. En cuanto a los “cuadros” de Musorgski, compuestos en homenaje a su amigo el pintor Hartmann, nos pasearon con tristeza por la imaginaria exposición pictórica. La trompeta inició la pieza del nacionalista ruso con sonora nitidez, secundado luego por el buen trabajo del oboe, corno inglés y fagot en las llamadas transiciones de cuadro a cuadro o “promenades” (paseos) que sirven de cambio en los muy diferentes temas. Diez temas para describir los diez cuadros engarzados entre ellos por esa pieza que escuchamos varias veces. La nutrida sinfónica bilbaína, estuvo a cargo de Lucas Macías, entregado y muy centrado en ambas obras. Aunque más reconocido como oboísta, el onubense dirigió el concierto inaugural de Musika-Música con gran eficacia.

Musika-Música. Recital de Canto. Solistas: Sabrina Gárdez (S); Marco Evengelisti (Piano). Obras de G.Puccini. Palacio Euskaduna 2-III-24. 

                                        GRATA SORPRESA VOCAL                                           

Elegimos asistir a este evento, el integral de las canciones de cámara de Puccini, no solo para recordar la belleza de estas, sino también con la curiosidad de comprobar la voz que iba a interpretarlas. No en vano cantar a Puccini requiere a una intérprete cuya voz se ajuste a una intensidad y a un colorido vocal que, en principio, resulta extraño que se dé en una joven soprano. La sorpresa fue muy grata porque la voz lírica de Sabrina Gárdez, se adecuaba con el estilo preciso. La cubana enseñó una voz con cuerpo, cálida y poderosa. Su canto, siempre en tesitura alta, no perdió la igualdad en sus diferentes registros, manteniéndose incólume en todo momento. Además, la joven soprano se mostró valiente al interpretar “Morire”, sin evitar el abordar las notas altas con naturalidad y dejando claro que está en posesión de aptitudes inusuales. Tal vez la corporeidad y volumen de su voz la impidieran controlar la intensidad en algunos momentos o que mostrara una mayor elegancia en su línea de canto. Sin embargo, también esa observancia en cuanto a dulzura la logró cuando en las últimas canciones, interpretó con gracia “Casa mia, casa mia” y luego con gusto y elegancia “Canto d´anima”. Bien secundada por el pianista italiano Marco Evangelisti, quien ejecutó con destreza el “Intermezzo” de la ópera Manon Lescaut, la joven soprano cantó como propina el “vals de Musetta” de La Boheme. La cantó con control y ese poderío vocal que no le faltó en ninguna de las doce canciones que figuraron en el integral de las canciones de cámara escritas por Puccini.

Musika-Música. Stabat Mater de Poulenc. Solistas: Camilla Tilling (S); Sociedad Coral de BVilbao y Orquesta Sinfónica de Navarra. Dirección: Perry So. Palacio Euskalduna 3-III-24.

                                            GRANDIOSO STABAT MATER                                                   

En esta nueva ocasión, la actuación de la Coral bilbaína se mostró grandiosa, como hermosa es también la obra interpretada del francés Poulenc. La majestuosidad y la conjunción que mostró la agrupación en los movimientos lentos y tranquilos, tuvieron una respuesta enérgica en otros y sobre todo, destacaríamos en su haber la dulzura y compenetración lograda en los dos movimientos en los que intervinieron a capella. La agrupación bilbaína se sintió muy cómoda en ese canto alternativo del pianissimo al forte y así mismo, se convirtió en una ayuda esencial en las intervenciones de la soprano. Una soprano que mereció un éxito sin tacha gracias a una voz cálida y de afinados y certeros ataques a las notas altas. Volvió a solventar con facilidad su segunda intervención “Fac ut portem” con su escritura llena de saltos de tesitura y a la que el coro respondió con una elegancia de sonoridad murmurante. La artista sueca terminó su actuación con un movimiento final, “Quando corpus”, que fue de lujo al emitir la voz con una pureza y una afinación sin mácula. La dirección del hongkonés Perry So, titular de la orquesta navarra, nos pareció un tanto atlética por sus exagerados movimientos en el atril, si bien, la eficacia de su batuta pudo llevar a buen puerto la magnífica obra de Poulenc.

                                              NOCTURNOS                                             

Uno de los cierres del ciclo Musika-Música consistió en la actuación del trío formado por la soprano Isabel Molnar, la mezzo Ainhoa Zubillaga y el barítono Juan Laborería. Nos quedaremos con los seis nocturnos de Mozart cuyas interpretaciones a media voz resultaron muy elegantes y finamente interpretados Algunos de ellos basados en textos de Metastasio y sirvieron para óperas como Siroe u Olimpiade. El trío logró un bello color en esas canciones de amor a las que Mozart puso encantadora música. El resto del programa transcurrió en otros ambientes diferentes, aunque siempre con el denominador común de la nocturnidad musical. Intervenciones tanto en solitario como en dúo siguieron en un programa bien pensado y agradable. La originalidad de interpretar a trío un recital no deja de ser novedad y las tres voces recibieron el aplauso de los asistentes tras cantar el muy bello trío “Soave sia il vento” del Cossí Fan Tutte de Mozart.


RIGOLETTO

“Rigoletto” de G.Verdi. Reparto:Enkhbat Anartucshin (Bar); Ismael Jordi (T); Sabina Puértolas (S); Emanuele Cordaro (B); Carmen Topciu (M); F,Latorre (Bar); Marifé Nogales (M); J.M.Diaz (Bar):Coro de la Opera de Bilbao. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Dirección de Escena: Miguel del Arco. Dirección Musical: Daniel Oren. Bilbao 17-II-24    

Hacía tiempo que no escuchábamos una voz poderosa, oscura y contundente para encarnar el papel de Rigoletto. Una voz que recordaba el fiato de Piero Cappuccilli o la igualdad cromática de la voz de Leo Nucci. Las expectativas creadas en torno al barítono mongol Enkgbat Amartuvshin se han cumplido y con creces. Supo exponer vocalmente los claroscuros del personaje, estuvo centrado en su parte, aunque le apreciamos cierto estatismo en su actuación teatral. En pocas ocasiones se ha pedido un bis a una voz baritonal y aunque sea un dúo, el furor que imprimió Rigoletto a “la Vendetta” fue lo que motivó la repetición de esta cabaletta. La presencia de este gran barítono, sin duda hay que aprovecharla para las representaciones de futuros grandes títulos.

A su lado, con su característico gusto y su cuidada línea de canto, el tenor Ismael Jordi interpretó a un duque de Mantua elegante. No fue el acostumbrado y jovial conquistador en constante movimiento y con la sonrisa en la boca, sino que su actuación la catalogaríamos de seria, incluso en su primera cavatina o en la conocida aria “La donna é mobile” en las que hay que mostrar la jovialidad donjuanesca. No quiso ir al do de pecho en la cabaletta que sigue al aria, lo cual nos resulta absurdo ya que se evita la única dificultad que posee. Seguimos creyendo que el jerezano no es el tenor lírico ideal para el duque pues posee una voz algo clara y ligera para un personaje que requiere una voz con más cuerpo. Aun así, su seguridad en dar las notas altas y la finura de su media voz, bastaron para que el público se le entregara.

Por otro lado, también hubiéramos preferido una voz de soprano con un centro más lleno y con más volumen en general, que la mostrada por Sabina Puértolas. Hubo mucho contraste vocal en los dúos con el barítono y alguno resultó hasta frío ya que la voz de ella se hallaba solapada por la magnitud vocal del artista mongol.  En su canto como Gilda acudió sobremanera al pianísimo y junto con sus filados bien controlados, sirvieron como elementos requeridos en la primera parte de la ópera. En la segunda mitad, su voz con el cambio de personalidad hacia lo trágico careció de peso y en consecuencia del dramatismo requerido. Su actuación gustó, y así lo juzgó el público con cerradas ovaciones.

La representación obtuvo el plácet del respetable en gran manera también por la dirección musical a cargo de Daniel Oren al frente de la Sinfónica bilbaína. Con claro gesto ordenó y animó a los cantantes, y como mantuvo a la orquesta en muy bajos decibelios, pudimos escuchar al tenor y a la soprano con bastante nitidez a pesar de estar situados un tanto al fondo del escenario. El director israelí sacó el máximo partido de los dos, controló a la sinfónica y les exigió una lectura moderada. Mencionemos la limpia y bella introducción del oboe en la gran página del barítono en la corte buscando a su hija. En cuanto a la producción, el exponer tan insistentemente unas imágenes de desnudos y de continuos soeces gestos en las figurantes femeninas definen la obsesión del director Miguel Arco. Sin embargo, si excluyéramos esas imágenes alegóricas, podríamos decir que se trata de una producción novedosa y muy teatral.


CANRTO INMACULADO

“Concerto italiano”. Solistas: Carlotta Colombo (S); Sonia Tedla (S); Ugo di Giovanni (Tiorba), Dirección y clavicémbalo: Rinaldo Alessandrini. Teatro Arriaga 25-I-24.          

 Con la llegada de Monteverdi a la corte de Mantua, entre sus innovaciones, también el empaste vocal evolucionó hacia el virtuosismo. En esta visita del “Concerto italiano” al teatro Arriaga, la compenetración presenciada entre las dos sopranos en el concierto fue tal que los asistentes no pudimos sino rendirnos ante la elegancia y la finura de sus respectivos cantos. Alternando arias de “L´Incoronazione di Poppea” con dúos de los madrigales compuestos en Venecia, el responsable Rinaldo Alessandrini apenas dirigió su mirada a las intérpretes ya que se manifestaban seguras y autónomas en el discurrir de su actuación. Con la voz más ligera y clara una de ellas y más oscura la otra, la coloratura en ambas rayó la perfección.  En el canto “spianato” y dolente, ambas mostraron una gran expresividad además del sentimiento intrínseco que figura en el texto. Si la conjunción vocal ya es dificultosa en el canto melismático en un dúo, lo es aún más en la agilidad extrema en ese mismo dúo, tan magistralmente resuelta por Carlotta Colombo y Sonia Tedla. A la intervención impecable en un solo a cargo de una de ellas, seguía otra interpretación de igual mérito que la anterior y ambas desembocaban en el apacible lamento cantado con certera afinación y gran elegancia. Rinaldo Alessandrini, sentado al clavicémbalo las esperaba, las atendía con teclado de seda, sin ningún ademán exagerado, con la satisfacción de ofrecer un canto puro cuyo secreto radica en el continuo ensayo y preparación previa, que no en vano arropan cuatro décadas de éxito. No se trató de un concierto popular, ni este tipo de música del primer barroco lo pretende. Fue un concierto de canto inmaculado, un recitar-cantando de hermoso fraseo e intencionalidad y no exento de virtuosismo.

                                     


CANTO DE OLVIDADOS

Recital de canto. Solistas: Naroa Intxausti (S); Aurelio Viribay (Piano). Obras de Joan Thomas; Julián Bautista; Salvador Bacarisse ; María Rodrigo; Fernando Remacha y Emiliana Zubeldia. Teatro Arriaga 24-I-24.       

 En una especie de homenaje a compositores olvidados, marginados y exiliados, la voz de la soprano Naroa Inchausti y Aurelio Viribay al teclado, ofrecieron un programa inédito e interesante. Una pieza del mallorquín Joan Thomas sirvió de entrada a los compositores madrileños Julián Bautista y Salvador Bacarisse inscritos en el “grupo de los ocho”, muy relacionados con la república y ambos exiliados. La voz de la soprano Naroa Intxausti se mostró limpia y firme al abordar el “villancico de las madres”.  La artista, pasó luego a dar a conocer en un bien fraseado francés varias canciones hasta adentrarse en el impresionismo de Debussy recitando con gran expresividad a Salvador Bacarisse, el exiliado en Paris. Se cerró la primera parte con tres nanas y letra de Rafael Alberti, un poeta tan relacionado con la república. El programa no estuvo exento de dificultad y la exigencia en alta tesitura de algunas piezas, la soprano las solventó con absoluta seguridad. Aurelio Viribay aprovechó el descanso de la soprano para ofrecer una brillante y enérgica jota compuesta por María Rodrigo, exiliada en Puerto Rico. A continuación, y precediendo a seis canciones vascas populares, la soprano Intxausti abordó una elegía melismática, o sea, sin letra, en memoria de Jesús García Leoz con gran afinación y sentido musical y finalizó su actuación con la compositora navarra Emiliana de Zubeldia, cuya carrera transcurrió en Méjico. De esta ofreció, con la gracia requerida, media docena de cortas melodías populares. Excelente binomio artístico y excelente programa de composiciones de algunos de nuestros músicos olvidados.


Insuficiente Mozart

“El Rapto en el Serrallo” de W.A.Mozart. Reparto: Jessica Pratt (S); Moisés Marin (T); Leonor Bomilla (S); Mikeldi Atxalandabaso (T); Wojtek Gierlach (B); Wolfang Vater (actor). Coro de la Opera de Bilbao y Orquesta Sinfónica de Euskadi. Dirección de Escena: Mariano Bauduin; Dirección Musical: Lucia Marin. Bilbao 20-I-24.    

Tal vez porque se trata de un singspiel, es decir, una obra además de cantada, con diálogo hablado, o tal vez por la lentitud en el desarrollo de la acción, o simplemente por la carente teatralidad y vis cómica, la representación mozartiana nos condujo a un estadio de desinterés. No bastó con la actuación de la eximia soprano Jessica Pratt. No bastó que su encarnación como Constanza soportara el peso de la obra y admiráramos su arte canoro. La obra requería un conjunto de mayor nivel, el equilibrio vocal suficiente como para colaborar y competir con la gran soprano australiana. De hecho, hasta su entrada en escena, reinó el silencio en la sala y no se aplaudió hasta que interpretó su primera aria. Sus grandes momentos de lucimiento se iniciaron con “Ach ich Liebte” en la que expresó su sentido dolor y la fidelidad a su amado a través de un canto de elegante línea, de sentida expresividad y exquisito gusto. Luego, en la extenuante aria “Martern aller arten” exhibió su coloratura, su agilidad y su facilidad desnudando por completo sus amplias facultades vocales.

No hubo otra voz que guardara el estilo mozartiano, salvo la presencia y el adecuado canto de Leonor Bonilla, una “souberette” que, con su ligera y limpia voz, cantó con el debido gusto y una absoluta seguridad. Una seguridad que faltó en el tenor Moisés Marin, quien, además de cantar casi heroico, o sea, sin suavidad, la voz no le respondió en un par de ocasiones. Esperemos que no le suceda en las representaciones posteriores. El rol de Osmin, a cargo del bajo Wojtek Gierlach resultó poco creíble y muy estático, aunque enseñó una agradable voz aterciopelada. Ni él mismo creía en lo que cantaba y en consecuencia, su acción teatral resultó inverosímil y sin vis cómica. Desde el punto de vista canoro, en su exigente aria “O wie will ich triumphieren” apenas gesticuló y las notas más graves carecieron de la más mínima sonoridad. El segundo tenor, Mikeldi Atxalandabaso, se vio sujeto a unas escuetas directrices del responsable escénico que le impidieron lucir su habitual comicidad, aunque vocalmente cuajó una labor siempre segura, compartiendo laureles con su compañera Blonde (Leonor Bonilla). Cerró el círculo vocal y compartió el éxito con los dos citados la eficaz aportación coral en su reducida intervención.

La batuta de Lucia Marin al frente de la Sinfónica de Euskadi se nos hizo poco estimulante. La directora jienense se preocupó más de leer la partitura y dirigir a la orquesta, que, de mirar y guiar con más atención a los cantantes, salvo en los concertantes en los que tuvo que levantar la cabeza. La mencionada lentitud en el desarrollo de la acción partió de una dirección escénica sin creatividad y de los largos silencios de espera. La precariedad del decorado se debió a que tan solo lo componían una simple tarima central y cuatro paredes ocupando el escenario, además de dos figurantes que hacían de jenízaros.


UN «ELIXIR» ANODINO Y SIN EFECTO

“L´Elisir D´Amore” de G.Donizetti. Reparto: Elena Sancho Pereg (S); Joel Prieto (T); Pablo Ruiz (Bar); Paolo Bordogna (B); Coro de la Opera de Bilbao. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Dirección de Escena: Marina Bianchi. Dirección Musical: Iván López Reinoso. Bilbao 18-XI-23.  

 Comparar el binomio protagonista de esta representación con respecto a las vividas por la afición bilbaína con anterioridad en esta misma ópera, sería ridículo. Sin embargo, no hay más remedio que echar mano de la comparativa para catalogar a esta nueva representación en su justa medida. Vaya por delante que, salvo la liviandad y escaso volumen de voz de la soprano Elena Sancho, fue ella la intérprete más ajustada al belcantismo. Cantó siempre muy segura, eso sí sin alardes, pero con gran musicalidad y gusto en su línea de canto. Por lo demás, en una producción pobre y de escasa calidad en la que el tenor daba la imagen de un mecánico en lugar de un campesino, es lógico que en la precariedad se acudiera a un  artista poco experimentado.

A la voz de Joel Prieto de color lírico más que ligero, le faltó finura y elegancia en su canto, salvo en la famosa aria “Una Furtiva Lágrima”. Diríamos que tiene mucho que recorrer y además seleccionar un repertorio adecuado para una voz que se incomoda en las notas altas.

El papel de Belcore, el descarado sargento, correspondió al barítono Pablo Ruiz, empeñado en cantar siempre a viva voz, sin matices ni inflexiones como por ejemplo en la bella y marcial aria “Come Paride Vezzoso” y hasta nos pareció que su voz tenía más corporeidad y gravedad que la del mismo bajo. Desde el punto de vista teatral, este barítono se mostró capaz de llenar la escena y de participar con soltura en la acción. El bajo que en este caso no era un bajo-bufo porque su voz ni era muy grave ni tuvo genialidad cómica y que encarnó al vendedor ambulante, fue Paolo Bordogna. Diríamos que tuvo el mérito de intentar representar con su gesto lo que no podía por la falta de una voz de verdadero bajo bufo. A su favor, la agilidad y rapidez en la modulación vocal para salvar sus vertiginosos fraseos.

El Coro de la Opera de Bilbao, no desaprovechó la ocasión para erigirse como elemento principal y tanto la sección femenina como la masculina volvieron a mostrarnos su valía y garantía de buen hacer. Como un personaje aparte, pero al mismo tiempo junto con el coro, percibimos la figura de Gianetta encarnada por Marta Ubieta, siempre atractiva y musical. En el “corre,corre” musical general, impuesto por el maestro Iván López, en más de una ocasión su batuta perdió la concertación general aunque por el contrario, hubo ocasiones, sobre todo con los solos del tenor, en las que ordenó una lentitud exagerada. En definitiva, como se suele decir, una de cal y otra de arena, o sea, de un primer éxito en Romeo y Julieta a un segundo título, L’Elisir D’Amore, tal vez más   apropiado para otro tipo de teatro y afición.