“Carmen” de Bizet. Reparto: Giuseppina Piuntii (M); Aquiles Maxchado (T); Carlos Alvarez (Bar); Maite Alberola (S); Itxaro Mentxaka (M); Elena Sancho (S);Vicenc Esteve (T); Damian del Castillo (Bar). Coro de la Opera de Bilbao. Orquesta Sinfónica de Euskadi. Dirección de Escena: Calixto Bieito. Dirección Musical: Jean Ives Ossonce. Palacio Euskalduna 15-II-14.
Se recurrió a la bandera rojigualda y al toro de Osborne para indicarnos la españolidad de un argumento readaptado de una adaptación ya existente. Se quiso explicar la libertad amorosa de Carmen y sus compañeras con alegorías y con escenas próximas a lo real, pero expuestas al público de manera vulgar. Más adelante es probable que algún otro regista readapte lo ya readaptado, nos exponga su personal fantasía y así sucesivamente. Mientras que la música sonaba espléndida con la Sinfónica de Euskadi en el foso bajo la experta batuta del maestro Jean Ives Ossonce, la escena tenía dificultades en acompañar y llenar el espacio de la nueva acción creada y que gracias a veces al coro, se llenaba. Desde el principio nuestro coro bilbaíno se amoldó a un nivel muy alto en lo canoro y más aún en la acción, sobre todo en el recibimiento de la inexistente cuadrilla, a la cual Calixto Bieito no supo transportar a su idea. En la primera mitad se sucedieron las procacidades, la agresividad exagerada y el exhibicionismo. En ese exhibicionismo sensual, la mezzo Giuseppina Piunti no podía evitar que su voz, cansada con tanto vaivén en escena , perdiera su brillo y fuera irregular. Además no es una voz tan sólida en cuanto a técnica se refiere, como para soportar exabruptos. A su vez, la valenciana Maite Alberola ofrecía una aria de presentación académica, pero sin dulzura, entregada a un canto firme y sonoro, pero sin inflexiones y justita en su registro agudo. De manera que la primera mitad, entre sórdidas estampas y un lamentable canto en falsete utilizado por el tenor Aquiles Machado al finalizar su primer dúo con la mezzo, se llegó al entreacto. En la segunda mitad Carmen enseñó menos pierna, parecía que Bieito había ordenado una mayor moderación y se palpó en el ambiente que quería teatro de verdad. Compareció el barítono Carlos Alvarez, tanto tiempo ausente, para engalanar el conjunto y cantó el aria del toreador con su voz siempre aterciopelada e igual, con la facilidad que le concede la amplitud vocal que posee. De ahí también que la mezzo Giuseppina Piunti cantara más cómoda y mejor, tal como le escuchamos tras la revelación del naipe que le indica la muerte, un pasaje que lo cantó con gran expresividad. El tenor Aquiles Machado había vuelto a usar el falsete cuando Carmen le posee entre sus piernas y a decir verdad, en esta ocasión hasta podía ser justificado ese falsete.El tenor dejaría la impronta de su bella voz en el aria de la flor que fue lo más aplaudido y sobre todo en el final de ópera en el que se mostró tan entregado, tan real y dramático. Aquí es donde se volvió a ver la mano de la dirección de escena, como también se había comprobado en el movimiento del coro tan conjuntado y rítmico y en el total dominio del espacio escénico. La vizcaína Itxaro Mentxaka y la guipuzcoana Elena Sancho contribuyeron perfectamente a la idea teatral con la garante experiencia de la primera y la alegría escénica de la segunda. En fin, pataleo por unos y bravos por otros en una comida a la que le salvó el postre final.
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