La Canción de la Tierra de Gustav Mahler. Solistas: Stefan Vinke (T); Anna Lapkovskaia (S); Orquesta Sinfónica de Euskadi. Director: Robert Treviño. Festival Musika-Música. Palacio Euskalduna 5-III-22.

La obra de Mahler que nos ocupa ya es sabido que consta de seis movimientos. Cada uno de ellos con su propia identidad musical. Es el tenor quien comienza la obra cantando pletórico ese primer número con una voz que debe superar a la nutrida orquesta. Una voz brillante y bien timbrada como la del tenor heroico Stefan Vinke que sustituía a última hora al anunciado Kerl. Desde ese primer momento comprobamos el squillo en el timbre del tenor alemán, su consistencia y poderío vocal, tal como manifestó después en “El Borracho en Primavera”, un movimiento este lleno de repentinos ataques a la tesitura alta mientras le acompañaba el solitario violín. Comparado con el canto de la mezzo, el suyo no tuvo descanso, su parte está obligada a acceder a notas siempre altas y con grandes cambios de tono, una escritura exigente y tensa que el wagneriano tenor Vinke superó con creces. Otra cosa bien distinta fue la actuación de la joven mezzo Anna Lapkovskaia cuya voz carente de oscuridad y terciopelo, no llegó a captar la esencia dolorosa de la obra. Su parte, escrita más cómoda y melódica que la del tenor, no bastó para su lucimiento. La dulzura lineal requerida en el movimiento de “La Belleza” careció de cuerpo vocal y en consecuencia, no hubo rotundidad. Por otro lado, nos hubiera gustado más si en la “Despedida” en ese climax final, se hubiera escuchado a una voz con mayor color andrógino para que nos reflejara la profundidad y gravedad de este tan bello último número. El pausado relato de la mezzo y el doliente acompañar de la flauta requerían una voz más pesada, más oscura. Finalmente, añadamos que Robert Treviño al frente de la Sinfónica de Euskadi nos deparó una dirección precisa y enérgica, atento siempre en marcar entradas, intenciones e intensidades y firmando un exitoso concierto.
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