Letanías a la Virgen d Rocamadour de Poulenc—Misa de los Pescadores de Villervilla de Fauré y Messeger—Cristo en el Monte de los Olivos de Beethoven. Solistas: Iwona Sobotka (S); Airam Hernandez (T); Frederick Jost (B). Orquesta Sinfónica de Euskadi.Dirección: Victor Pablo Pérez. Quincena Donostiarra 21-VIII-21.

La primera obra que correspondía a Poulenc comenzó con el grupo femenino cantando a capella. Las letanías se sucedieron como plegarias en dulce pianíssimo en las que las voces femeninas mostraron absoluto control y susurrante sutileza. Resultó algo más altisonante la siguiente pieza, correspondiente a la Misa compuesta por Fauré y Messesager, con una orquesta ya superior en miembros y el texto en latín y no en francés como la anterior. Fueron dos misas elegíacas con la profundidad que requieren los ruegos de piedad. Las treinta y tres voces femeninas dieron paso finalmente a la aparición del grupo masculino, formando así el orfeón mixto al abordar a Beethoven. Con la orquesta nutrida con metales, viento y percusión, tuvo lugar la llegada del canto. En el trío vocal solista, el inicio del tenor Airam Hernandez con «Jehová» nos indicó de inmediato la calidad de su voz. Una voz lírica redonda, con cuerpo y una llamativa brillantez. Fué una sorpresa muy agradable la participación de este artista tinerfeño y además un lujo para la interpretación de la complicada obra. A su vez, la soprano Iwona Sobotka comenzó su andadura exclamando «Tiembla Tierra» y también mostró una voz de gran sonoridad, amplia y fácil en la alta tesitura. Si fue del agrado la labor tanto del tenor como de la soprano, al bajo Frederick Jost no se le pudo apreciar la suya porque su participación fue muy corta, aunque llamó la atención por la juventud y una voz recia. Apreciamos también la intervención del coro acompañando con sutileza a la soprano (Bienventurados) y luego al tenor cuando cantó «Bienvenido Muerte» con energía y pasión mientras el orfeón, de nuevo, le acompañaba staccato. El final alabatorio fugado, resultó grandioso. El maestro Victor Pablo Pérez estuvo muy centrado en el atril leyendo con detenimiento las partituras, lo que no le impidió gesticular con claridad las pertinentes indicaciones a unos y otros. Excelente velada con tres obras similares en cuanto a fondo a texto y fondo rogativo, novedosas y hermosas.
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