Recital de Canto. Solistas: Piotr Beczala (T); Camillo Radicke (Piano). Obras de Donaudi, Respigj¡hi, Tosti, Stanislaw Monjuzko, Puccini, Giordano, Mascagni. Sala Filarmonica.Bilbao 30-III-21.
Cuando escuchamos a una voz interesante, muchas veces nos precipitamos en su encumbramiento. Parecería que perdiéramos el norte en cuanto a calidad artística hasta que una luz brillante nos volviera a recordar que hay más, mucho más arte para llegar al auténtico estrellato. El tenor Piotr Beczala, es una de esas pocas luces que nos indican dónde se halla la cúspide del canto.
El tenor polaco es en la actualidad una de esas luces que brilla en el repertorio verista gracias a un timbre vocal que ha madurado de manera natural desde que lo escuchamos en La Traviata hace ya quince años atrás. Hoy día es una voz corpórea, con un centro hermoso y un atrevimiento en el registro agudo que asombra por su seguridad y su luminoso squillo. A la igualdad cromática y belleza de su voz, le acompaña un fraseo modélico, además de un envidiable fiato. Si al cantar las napolitanas de Francesco Tosti nos dio la impresión de que escuchábamos la pasión de un gran especialista nativo, la interpretación del aria de Jontek de la ópera Halka del también polaco Stanislaw Monjuzko fue el aldabonazo de lo que vendría a continuación.
Al sentimiento y a la generosa entrega que puso en la citada aria polaca, seguiría luego la exuberante versión de Recóndita Armonía de La Tosca de Puccini y sobre todo ese maravilloso “Addio alla vita” del final de la misma ópera con la que nos hizo poner en pie. Piotr Beczala nos estaba recordando lo que supone una voz de primera magnitud, lo que es el arte canoro. Camillo Radicke, el pianista, elegante y gran artista, fue un baluarte admirable administrando los silencios y extrayendo con su teclado las emociones de un cantante que caminó por derroteros veristas con el arte y la calidad de un intérprete que no necesita de excesiva publicidad porque ya es un grande.
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