Recital de Canto. Solistas: Lisette Oropesa (S); Rubén Fernández Aguirre (Piano). Obras de Mercadante, Schubert, Massenet, Rossini etc. Palacio Euskalduna. Bilbao 6-II-21.

La atracción a que nos referimos alude, en primer lugar, a la comunión que supuso el arte canoro exhibido por la soprano Lisette Oropesa con el público bilbaíno y en segundo lugar, al atractivo de su presencia escénica. La soprano cubano-norteamericana mostró dos factores esenciales en su canto, un gran fiato y una perfecta afinación. Ya se sabe que cuando concurren el correcto manejo de la respiración y una emisión bien proyectada, el uso técnico vocal se ve muy facilitado. Su voz, además, resultaba siempre de igual color y no abandonó nunca la belleza cromática de su limpio timbre, ni siquiera en alguna que otra nota grave en la que su voz pueda incomodarse. Téngase en cuenta que se trata de una voz ligero-lírica, muy cercana a la lírica, pero joven y fresca todavía. Su actuación fue de más a menos, desde un comienzo académico hasta llegar a la interpretación de Schubert. Fue entonces cuando se mostró más expresiva, fue también cuando Rubén Fernández Aguirre nos deparó unos preciosos trinos al piano en el inicio de la cantata “Vieni quanto t´adoro ancora ingrato”.
A la oriunda cubana no le faltó gracia al cantar a Rossini y silenció al respetable al cantar el aria inscrita en la tumba de su autor,el catanés Bellini “Ah non credea mirarti” y su correspondiente cabaletta “Ah non giunge uman pensiero”. Al abordarlas, juntó las manos, miró al suelo, se centró en la bella y triste aria y cantó con serena placidez. Quizás no debería haber cantado el aria a plena voz, sin piani ni inflexiones pues nos pareció demasiado académica, muy correcta. Diríamos que prevaleció la melodía sobre la interpretación, sin embargo, la cabaletta adquirió otros matices, otros colores y adornos, todo ello unido a su suma facilidad en acudir a las notas muy agudas.
Destacables resultaron sus arias francesas, sobre todo “Au Beau Pays” de la ópera Les Huguenots de Meyerbeer en la que mostró su dominio del canto ‘di sbalzo`, su control, musicalidad y facilidad canora. Acompañada magistralmente por Rubén Fernández Aguirre, este siempre atento, a la espera de la voz y con la sensibilidad musical de un gran acompañante, la soprano finalizó con una deliciosa versión del “Caro Nome” de Rigoletto. Para finalizar y en un perfecto español, con el estilo, acento y gracia requeridos nos obsequió con el aria de la zarzuela Las Hijas de Zebedeo de Ruperto Chapí.
Deja una respuesta