Recital de Canto. Solista: Andeka Gorotxategi (T) y Rubén Fernández Aguirre (Piano). Obras de Tosti, Aita Donostia, Puccini etc. Teatro Arriaga 15-VI-20.

El instrumento musical más perfecto, sin duda, es la voz humana, pero también es el más complicado. Depende de muchos elementos para su buen funcionamiento y al ser siempre cambiante y tan dependiente, es el que más riesgo suscita en su ejecución. Lo ocurrido en este recital al tenor Andeka Gorrotxategi en el teatro Arriaga, entra de una normalidad bastante generalizada entre los cantantes. El quiebro de la voz y la subsiguiente inseguridad en el canto, no es una cuestión del directo, ni que tenga que pasar, sino que la causa proviene de la falta de un previo calentamiento de las cuerdas vocales y de un sostén técnico sólido.
La voz de Gorrotxategi es heroica, difícil de dominar por su robustez corporal y la hermosura de las notas graves y centrales y además, sin exención de la brillantez con la que alcanza la nota SI. La generosidad del tenor de Abadiño al acometer algunas napolitanas que exigen gran intensidad, como es el caso de “L´Alba separa della luce l´ombra” y el hecho de obligarse también a acceder a notas agudas complicadas desde el inicio del recital, podrían pasar factura y así fue. Al notar el artista el pequeño carraspeo o la llegada de una flema a la garganta, le obligó a forzar más la voz y con ello, el inútil intento de superar el inconveniente. Sin embargo, el daño se hizo mayor y un aria tantas veces cantada por él como “El adiós a la vida” de La Tosca, le hizo detenerse porque no podía.
Con los brazos abiertos traduciendo su extrañeza y su pesar al público y ante lo aciago de la situación, alguien soltó a su pequeño en el escenario, lo que rompió el hielo y acrecentó los aplausos de ánimo por parte de los asistentes. Respondiendo a su prurito profesional y descontento con lo sucedido ante su público, volvió a abordar el programa, pero en el aria de Don José de Carmen la voz le volvió a decir que no y a continuación la sencilla romanza de la “Tabernera del Puerto” tuvo también un final amargo. Una noche aciaga para un artista que antes de la llegada de la pandemia ha estado recorriendo con éxito muchos teatros importantes.
Un tenor spinto, es decir, de las voces caras y escasas, que precisamente por la manea de la emisión “de bostezo” y de empuje, requieren un calentamiento previo de la voz y cuando este tipo de artista nota que la mente les confía una seguridad, entonces son capaces de superar los más complicados escollos vocales. Deseamos fervientemente presenciar de nuevo y escuchar el arte canoro de un artista que, primero con control y moderación y luego con prodigalidad y alarde, se deleite
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