“La Canción de la Tierra” de Gustav Mahlr, Solistas: Jennifer Jonston (M); Corby Welch (T), Oruesta Sinfónica de Euskadi. Placio Euskalduna 23-I-20-
Unos días antes de que la Sinfónica de Euskadi presente el mismo programa en Paris, el Euskalduna ha acogido en su auditorio “La Canción de la Tierra” de Gustav Mahler con los mismos solistas, o sea, la mezzo Jennifer Johnston y el tenor Corby Welch. La obra de Mahler trata, como ya se conoce, de una serie de canciones que compuso al ciclo de la vida y a la muerte. Son seis movimientos cada uno de ellos con su propia denominación que a pesar del requerimiento de una nutrida orquesta, muchos de los fragmentos parecen de cámara y tan solo necesitan la compañía de unos pocos instrumentos. El ciclo lo comienza el tenor, en este caso el norteamericano Corby Welch, un artista de voz squillante, más bien un lírico-Spinto y no tanto heldentenor wagneriano. La canción del Solitario Otoño, la segunda del ciclo, contó con la voz de Jennifer Johnston, casi una soprano dramática en lugar de una mezzo y cuya voz cantó las ondulantes escalas que atesora este segundo movimiento. La calma expuesta en este movimiento por la mezzo, contrastaría con un Mahler que empleó motivos chinos en la composición del tercer movimiento titulado “La Juventud” a base de una orquestación en la que intervinieron el triángulo, platillos y piccolos para otorgarle ese aroma oriental. La dulzura lineal en la composición llegó al interpretar la mezzo inglesa “La Belleza” en la que comenzó a enseñar una voz amplia, corpórea incluso en tesitura alta y sobre todo de igual color. Un movimiento muy grave con acordes rotundos y que contó con la facilidad y amplitud vocal de la intérprete. De ahí que nos inclinamos a pensar que se trata de una voz tendente hacia la tipología de soprano dramática. En el siguiente movimiento, el del Borracho en Primavera, el tenor Welch nos proporcionó notas brillantes en medio de un canto cambiante, de repentinos ataques a la tesitura alta con notas sueltas y el violín que imitaba a un pájaro acompañando al tenor. En La Despedida, último movimiento, Mahler nos deparó en su ingente creatividad, un lamento de dolor con la voz de la mezzo relatando pausadamente el deseo de tranquilidad eterna, La obra y el precioso movimiento se enriqueció con el doliente acompañar de flautas, el sepulcral silencio orquestal y cómo no de la preciosista y elegíaca dirección del maestro Robert Treviño
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