Concierto de la ABAO. Solistas: Daniela Barcellona (M); Leo Nucci (BAR); James Vaughan (Piano). Obras de Verdi, Rossini, Donizetti, Thomas, Cilea, Giordano etc. Palacio Euskalduna 13-V_17.

Cuando un artista, en este caso dos cantantes, buscan el control del sonido correcto de la nota, cuando se preocupan de que le suenen bien, es decir, sin oquedades ni caídas de tono y además el oyente comprueba que sus respectivos fraseos son claros y están inmersos en un canto intencionado y expresivo y ese canto se ve acompañado de unos ademanes con los que expresar sus sentimientos, de inmediato e irremisiblemente, surge el auténtico arte canoro. Se produce súbitamente el contacto con el público y los artistas con los ojos cerrados en su intimidad musical, con sus manos que parecen desear hablar, animados por la favorable atmósfera que han creado, logran sin duda un gran éxito. El barítono Leo Nucci y la mezzo Daniela Barcellona produjeron ese aroma tan especial que se da al completar una actuación impecable y gracias también a una lícita competencia artística que les acercó al público. El aficionado bilbaíno los conocía perfectamente y a priori no creemos que esperara ese duelo de tanta calidad entre ambos. La mezzo triestina cautivó con su voz andrógina, hermosa en la gravedad y brillante en la zona aguda, una voz ágil y limpia en los escollos de coloratura. A su vez, el barítono boloñés pletórico de voz, mostró un legato incólume y amplio, además de un claro agudo. No hay sino recordar su canto tan sostenido en el aria del Ballo in Maschera o en la muerte del marques de Posa en Don Carlo. Ambos cantantes interpretaron y cantaron a la manera de un tren que marcha seguro sobre unos raíles que le hacen indescarrilable. El motor del tren en cuestión se llamaba James Vaughan y no es fácil recordar a un pianista acompañante de tanta sensibilidad musical, tanta elegancia y tan preciso. El maestro Vaughan miraba mucho más a los dos intérpretes que a su teclado y los dos se lo agradecieron haciéndole saludar cada vez que terminaban sus intervenciones. Sin duda, el pianista irlandés deja un listón muy alto en ese difícil arte de acompañar al cantante. Tras escuchar a estos tres grandes intérpretes salimos con la satisfacción de volver a comprobar lo que que es cantar bien.
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