Recordando los ochenta años del bombardeo de Gernika, la BOs y concretamente el maestro Nielsen encargó a la compositora alemana Birke Bertelsmeier la composición de una pequeña obra para que se insertara entre los números del Requiem Alemán de Brahms. De este modo, la partitura que se presenta como una cantata en siete movimientos, tuvo ese añadido de dos nuevos números más. Así mismo, la compositora alemana sumó a las ya existentes voces de la soprano y del barítono, un coro de niños y asignó un papel relevante al órgano del auditorio del Euskalduna en la segunda mitad. No hubo ninguna fuga al predominio de la masa coral que da un fuerte sentido de unidad a toda la obra, donde los temas generan una trama musical con ese preponderante sentido de melancolía y consuelo.
En su interpretación general, nos gustó el poderío mostrado del Orfeón Pamplonés y nos ha gustado la brillantez y el bello color vocal sobre todo de la sección de sus tenores. Acerca de los solistas, destaquemos y subrayemos la actuación de la soprano Vanessa Goikoetxea no sólo por la facilidad y poder de su voz, sino por el dominio mostrado al abordar tan sutiles filados y por el gusto exhibido. La artista duranguesa se ha instalado desde hace un tiempo y por propios méritos, en la cima de las sopranos y de ahí que su clara y fácil voz superara con creces los exigentes números compuestos por BirkeBertelsmeier.
Del barítono Duncan Rock no podríamos decir tanto, pues su voz se nos hizo muy atenorada y limitada su extensión, si bien cumplió con sus intervenciones. El maestro Erik Nielsen insertó y acomodó con inteligencia los nuevos números en el Requiem, de tal modo que la música rasgada y muchas veces casi a capella de la joven compositora alemana, se acoplara a la perfección entre el consuelo y la esperanza evidentes en Brahms. Un canto sentimental e impresionista describiendo aquel cielo azul del escrito de la víctima del holocausto Meerbaum-Eisinger, de un testigo del bombardeo, del poeta Hoelderling, de los versos de Telesforo de Monzón e incluso de Iparraguirre, sirvió también para que el coro infantil de la Coral Bilbaína dejara huella desde su lejanía de un trabajo bien hecho.
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