Turandot de G.Puccini. Reparto: Martina Serafin (s); Marcelo Giordani (t);Davinia Rodriguez (s); Alessandro Guerzoni (b); David Menéndez (bar); Jon Plazaola (t); Vicenc Esteve (t), Alberto Nuñez (t); Fernando Latorre (bar). Coro de la Opera de Bilbao y Orquesta Sinfónica de Navarra. Dirección de Escena Marco Berriel. Dirección Musical: John Mauceri. Bilbao 17-V-14.
No es que sea determinante el cambio en la idea final, pues se refiere simplemente a un gesto último, pero es otro punto de vista contrario al libreto original en el que nos alejamos de debatir su coherencia. Lo importante en esta ya presenciada producción, es la exuberancia escenográfica, la riqueza y variedad del vestuario y el dominio luminotécnico, pues, no en vano, figuraron en su realización ilustres nombres en esas respectivas áreas como Ezio Frigerio, Franca Squarciapino o Vinizio Cheli. Desde la humildad y sencillez en el atavío del pueblo, hasta la magnificencia en el de los palaciegos, la producción no deja de ser un ejemplo para el fomento de una nueva afición a la lírica. Otra suerte más acompañó a los espectadores y se trató de la bella extracción de colorido musical que logró el maestro John Mauceri con la obediente Sinfónica de Navarra en el foso. El acompañamiento instrumental a las voces fue de total conjunción, el continuo marcar del maestro a unos y otros, tanto en escena como en el foso fue ejemplar y la orquesta navarra, insaciable en su progreso técnico, lució con brillantez. El coro bilbaíno se sintió a gusto y cuando es así, se nota su poderío, hay entrega en la acción teatral y su participación resulta crucial convirtiéndose en protagonista. Dentro del ámbito solista, dos grandes voces dieron vida al argumento pekinés, Por una parte la soprano austríaca Marta Serafín, cuya presentación, vaya por delante decirlo, fue admirable. Su majestuosidad escénica igualó su firmeza vocal y sus regios ademanes igualaron la dificultad interpretativa de un rol exigente como pocos para una soprano que ha de poseer squillo, fuerza sin desmayo y seguridad en el registro alto. En noble competencia y con la solvencia de una voz brillante y segura, cantó el conocido tenor Marcelo Giordani. Al siciliano le va el rol de Calaf porque su voz tiene poder y unas notas de gran brillantez sin que se eche de menos el legato en este personaje inmerso en la pura bravura. Una gran pareja de cantantes que solventaron con soltura, buen arte y recias voces dos complicados papeles. La más aplaudida, como suele ocurrir, fue Davinia Rodriguez. La canaria cantó con una excelente voz y además su canto fue muy expresivo y su actuación muy teatral, por ello, es lógico que fuera muy aplaudida. No obstante, sin que queramos restarle méritos, resulta un tanto injusto que Liú triunfe más que Turandot teniendo en cuenta lo que canta cada una, resulta poco equitativo que Micaela gane más favores que Carmen o que Musetta salga más airosa que Mimí. En fin, suele primar el gusto de cada uno, teniendo en cuenta la calidad humana y vocal del personaje. De ahí también que Timur, encarnado por el bajo Guerzoni sea siempre aplaudido y en esta ocasión merecidamente, gracias a la voz oscura y aterciopelada del bajo italiano. Conjuntados y precisos los tres scherzantes Ping-Pang-Pong interpretados por los tenores Plazaola y Esteve y el barítono Menendez y aunque lejos y casi inaudible, al menos solemne, Alberto Nuñez sentado en celestial trono. Turandot resultó un buen broche de cierre de temporada.