Recital de Canto. ABAO “On Stage”. Solistas: Sondra Radvanovsky (S); Vincenzo Scalera (Piano). Obras de Caccini, Gluck, Durante, Bellini, Verdi, Puccini, Giorsdano etc. Palacio Euskalduna 1-V-21.
Tras quince años de ausencia, reaparecía en Bilbao la soprano norteamericana Sondra Radvanovsky exhibiendo la calidad vocal y el sentido artístico que ya entonces demostró al interpretar la Rusalka de Dvorak. Su programa, salvo el Clasicismo que no abordó, abarcó las etapas más importantes de la historia del canto, empezando por el primer barroco con Giulio Caccini , siguiendo con una parada en la época del Iluminismo de Gluck, para luego adentrarse de lleno en el romanticismo de Bellini y finalizar con varios autores del verismo.
No resulta fácil pedir algo más a una artista que cantó de manera magistral los diferentes estilos musicales citados. Su corpórea voz, tan llena, de color tan agradable, aterciopelada y poderosa deambuló por derroteros propios de una voz más lírica que la suya y además con mayor efectismo. En Bellini, por ejemplo, nos dio a conocer una faceta más dramática y con mayor carga sentimental que las versiones más etéreas que acostumbramos a escuchar a las sopranos liricas. En “La Ricordanza” del compositor siciliano con música adaptada del aria de la locura de I Puritani, alardeó de fiato, de absoluto control vocal y una expresividad del dolor que contagió al respetable. El muestrario técnico de la soprano norteamericana con el que combinó filados preciosos en diminuendo y un envidiable canto a media voz, se reflejó también al entrar en escena para cantar el final de Il Pirata con el aria de Imogene “Cor Sorriso d´innocenza”.
Una voz extensa, de igual color, es decir sin ninguna afección y un gran fiato, nos mostró también al interpretar el bolero de Las Vísperas Sicilianas de Verdi a falta todavía de cantar las arias del verismo. Entretanto, el maestro Vincenzo Scalera, en la sombra de la modestia y en lo máximo del acompañamiento pianístico, sonreía con las genialidades vocales de Radvanovsky y nos deleitaba con el Intermezzo de la Manon Lescaut de Puccini. Se llegó así al apartado verista, a esa época en opera cuando el papel principal lo juega la voz dramática, la voz poderosa, es decir la suya. Acometió con gran profundidad y entrega el aria “Sola, perduta, abbandonata” de Manon Lescaut de Puccini y finalizó su actuación dentro de las propinas con “Io son l´umile ancella” de Adriana Lecouvreur de Cilea y “Pace, pace mio Dio” de la Forza del Destino de Verdi. Sin embargo, en la memoria de la afición quedarán sin duda “La Mamma morta” de Andrea Chenier de Giordano, en recuerdo de su madre como ella misma anunció y sobre todo, una inconmensurable “Visi D´Arte” de la Tosca de Puccini que nos costará tiempo escuchar en una versión parecida.
Deja una respuesta